Comentario
La familia ha sido el centro de la vida social china a lo largo del tiempo. El linaje familiar era un concepto fundamental de la sociedad, heredado de padres a hijos de manera indefinida y cuyo deber era asegurar la continuidad en el futuro, creándose incluso la creencia de una especie de "inmortalidad familiar".
En época arcaica se consideraba que los vivos y los muertos eran interdependientes, por lo que los antepasados necesitaban sacrificios, mientras que los descendientes necesitaban la protección y el beneplácito de dichos antepasados. El poder religioso supremo y estos antepasados estaban íntimamente ligados en un primer momento, pero esa vinculación se debilitó con el paso del tiempo en beneficio de la autoridad religiosa. El "poder de los antepasados" quedaría limitado a los asuntos cotidianos y a "procurar el bienestar" de sus descendientes.
Mediante el matrimonio, la mujer se integraba en el linaje del esposo, por lo que se sentía más vinculada a la familia paterna. Se mantenía la devoción por la descendencia, como se demuestra en el interés mostrado por muchas viudas en la educación de los hijos adoptivos de sus maridos, fallecidos sin descendencia.
La vida familiar determinará muchas de las virtudes chinas. Nadie podía llevar una vida social independiente hasta la muerte de los padres o los suegros, ya que la esposa les debía obediencia (xiao), de la misma manera que su hijo. Es lógico pensar que dicha esposa quedaba sujeta al marido mientras éste viviera y a la familia de él si fallecía. Incluso el propio Estado legislaba para apoyar esta obediencia filial, ya que un padre o una madre viuda podía solicitar la ejecución de un hijo y el tribunal debía dictar sentencia a favor de los padres, sin posibilidad de apelación. Otra muestra la encontramos en que los castigos ante delitos cometidos en el seno familiar eran castigados más severamente que ante extraños. Por otra parte, quienes se distinguían en la práctica de esta piedad filial eran recompensados con el reconocimiento oficial y diversos premios, convirtiéndose en modelos a imitar.
Existía una verdadera creencia popular en torno a la piedad filial, considerada la responsable de un buen número de pequeños milagros, como librar a los virtuosos de los incendios o reverdecer plantas marchitas.
Las diversas ramas familiares convivían a lo largo de generaciones, conservándose los bienes en común y reuniéndose para comer. Las más numerosas llegaban a contar con varios centenares de personas que vivían en común, de manera disciplinada. El Emperador recompensó este tipo de familias hasta la llegada de la dinastía Ming. Esta dinastía consideró peligrosos estos linajes, ya que la mayoría contaba con su propio ejército y las disputas entre ellos eran habituales.
La sociedad china estuvo basada en la subordinación, de las nuevas generaciones a las viejas y de las mujeres a los hombres. La proximidad del parentesco especificaba la intensidad de las relaciones y de las obligaciones del sujeto, en el centro de esas relaciones.
Lógicamente, el sistema chino de autoridad y obediencia no se creó desde el primer momento de la historia china y tuvo diversas fluctuaciones. Con motivo de la invasión de China por dinastías extranjeras surgieron problemas con respecto al matrimonio con la viuda de un familiar fallecido, algo execrable para la estructura social china. También surgieron problemas en la época de las Primaveras y Otoños. Confucio consideró la devoción al progenitor por encima de la debida al Estado, considerando incluso que un hijo debía proteger al padre responsable de un crimen. Durante la dinastía Qin se realizó el único intento de quebrar la cohesión familiar al obligar a los hijos segundones a apartarse de los padres cuando alcanzaran la edad adulta, amenazando con sanciones fiscales si no se producía la emancipación. Pero los Han recuperaron la estructura familiar clásica, incluso obligando a los funcionarios a abandonar el trabajo durante los 27 meses de duelo que seguían al fallecimiento de los padres, prolongando de esta manera la estructura social al Estado.
Serán las leyes relacionadas con la herencia las que quebraron la estructura familiar. Durante el periodo imperial fue obligatorio que los herederos varones repartiesen las propiedades de una manera casi igualitaria, lo que evitó las acumulaciones de riqueza. Para evitar esta obligación, los clanes familiares fundaron propiedades colectivas que pusieron en manos de un administrador, abandonándose la práctica de grandes latifundios transmitidos de generación en generación.